domingo, 7 de octubre de 2012

De lo que escriben, escribo


Demonia
Bernardo Esquinca
Editorial Almadía
160 páginas



Son 9 relatos.  Todos de terror. Indagaciones en torno al miedo. La incertidumbre de ser. Porque ser uno mismo es lo más difícil. Acaso lo imposible.

Aunque la normalidad parezca el destino, lo importante es descubrir el resquicio de la diferencia. Lo desconocido, es a lo que se teme.

Historias que, en su mayoría, se desarrollan en el Centro de la Ciudad de México. Con su escenografía construida a fuerza de tiempo, con sus ruinas arquitectónica. Sus mitos urbanos. Sus personajes comunes. Sus calles que son ventanas donde el tiempo se conjuga. Se colisiona. Se confunde.

Diálogos consigo mismo. En la mente surgen los más grandes temores, los que cambian la vida. Los que obligan a ser distinto.

Porque el pasado es una sombra de la que pocos se libran.

Como si se trataran de virus los temores se reproducen, se contagian, habitan a todos por gracia de la proximidad. Basta mirar, dialogar, para contagiarse. Contagiarse es ser parte de esta realidad especial donde todo puede suceder, de pronto, aunque sea anormal.

El temor hace patria en los terrenos de la desconfianza. Y ahí avecindados compartimos la projimitud: somos prójimos de esta inquietud, de la urdimbre, de la intranquilidad. El miedo es una nación  donde caben todos.

Al final, la historia que da título al libro: Demonia. El relato que intenta escapar del pasado. La estetización del recuerdo. El arte de la negación y el silencio. Dejar de nombrar es privar de la categoría de la existencia a los sucesos. La historia de quienes terminan por aceptar que todo se puede evitar, menos el destino.


En Demonia, Bernardo Esquinca logra, mediante una prosa fluida, sin concesiones, construir relatos que  inquietan. Que divierten y atemorizan. Que producen sensaciones del miedo. Que capturan la atención. Que nos siembran la esperanza del temor irrestricto.

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