Temor
y terror
A partir del título,
es imposible dejar de pesar en ese gran libro breve de Soren Kierkegaard: el teólogo
danés, el filósofo; Temor y temblor, ese libro, más teología que filosofía, que
indaga, desde un pasaje veto
testamentario, las implicaciones éticas de la fe.
No intento hablar de
la fe, al menos no de la fe religiosa sino, en todo caso, desde una fe laica,
cívica, incluso política. La fe (que no
voluntad) en que se continúan las comunidades humanas. Ni siquiera de eso:
acaso unos rasgos, los menos, de ella.
Porque la convivencia
social se basa en esta fe: ciega, inexplicable. Heredada, genómica. Intuida por
Aristóteles: animal político. Una fe que “revela” la naturaleza del hombre.
Es necesario hablar
de fe para entender las dinámicas sociales: la dinámica del miedo. Graduado.
Temor o terror. Temor y terror.
El temor es una actitud
ante lo desconocido. Temor a Dios. Temor ante la naturaleza. Se teme por ignorancia
(se es incapaz de conocer los límites y efectos de la fuerza de Dios o de los
dioses, y de la naturaleza). El conocimiento termina con el temor.
El temor es una
intuición. Se espera, se piensa, se construye.
El terror, por el
contrario es la certeza. La realidad produce la intensidad máxima del miedo. No
se espera: se sabe lo que acontecerá si se cumple el supuesto.
Al temor se puede
llegar mediante el rumor. Para alcanzar el terror se necesitan acciones
contundentes.
Pienso o recuerdo todo esto, teniendo presente
“La rebelión en la granja[i]”.
Difiero cuando se habla de ella como de una metáfora de las sociedades bajo
regímenes totalitarios. No. La rebelión en la granja es por un lado la
descripción de la vitalidad de todo
sistema de convivencia y gobierno, mientras que por otro es una
descripción de los mecanismos del poder.
Porque todo, cuando alcanza su virtud, no tiene más destino que la decadencia. Hasta el terror.
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