En
defensa de la lectura (y sus defensores)
De entre muchas posturas respecto a la lectura, me gustan dos. La primera de Fernando Savater donde “No es necesario buscar razones ni motivos para la lectura: leer es una actividad que se justifica en sí misma y por sí misma”. Evento lúdico, la lectura, ejercita la capacidad de imaginar: crear imágenes más allá de la realidad, superándola o desmintiéndola (no falseandola).
El argumento de Savater va más allá: la literatura es el origen de la subjetividad, “sin ella no habría subjetividad”. Aclarando en este punto que la lectura por antonomasia es la que se realiza de la ficción literaria.
George Steiner tiene una postura distinta.
Mientras que por un lado enaltece la capacidad transformadora de la lectura,
reconoce el fin –o el declive al menos–,
de la cultura libresca que es la cultura
lectora. Porque leer no es sólo descifrar un código de lenguaje, sino el rito
de estar en contacto con aquella fuente de placer.
Tanto Savater como Steiner son hombres educados en el viejo régimen lector. Librocéntricos, entienden que la vida sin libros es un sinsentido, una derrota de la cultura. Porque los libros, además de portadores del conocimiento y del placer, son el ícono de la civilización que representan.
Es una contradicción defender la lectura en libros a través de un blog. Lo hago porque es necesario recordar a los libros –y a sus electores– con esperanza, no añorando lo que se fue, sino proyectando al futuro un modo distinto de hacer cultura literaria. La reminiscencia y la esperanza no son lo mismo.
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Leer no es develar un misterio, es dejarse ir
en el misterio. Ahora que hablamos de Aura de Carlos Fuentes, donde el misterio
es la reapropiación de la tradición y la transmutación de los tiempos y las
personas, he querido dejar de manifiesto
el amor al pasado lector que siempre nos desafía.
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