¿De
qué puede hablar un pintor y un abogado?[1]
Sólo en la Ciudad de México he visto a
la opulencia separada de la miseria por un eje vial. Hay calles donde los
edificios parecen a punto de derrumbarse en contraposición a aquellos que se
levantan: las ruinas de las ciudades son los cimientos de las urbes de hoy.
Las ruinas son en función de la
memoria: sin memoria pensaríamos que las paredes manchadas nacieron viejas y no que es el tiempo quien
las marca. Las ruinas son por su comparación con un estado mejor.
Las humanidades al contrario que la
tecnología –he insistido en varias ocasiones siguiendo razonamientos distintos–
miran al pasado. De él tomaron su forma
(¿será más esclarecedor decir “en él”?). De ahí que las modificaciones que
estas sufren, parecen atentar contra sus fundamentos, por lo que muchos piensan
que contravenir las certezas es menoscabar el origen de la civilización. Así
las ruinas.
La palabra entrevista no me agrada.
Algo tiene de hipocresía, pienso. Entre-ver. Hay una especie de ocultamiento.
Prefiero llamarlo conversación. La
conversación, además de sonora es más amplia, añadiendo que no tiene el sentido
dogmático de diálogo.
El pintor Luciano Valentinotti es un hombre franco. Tiene la sonrisa pronta de los que han vivido y la mirada profunda de los que aún sueñan. Nos recibe en su estudio: un galerón amplio, iluminado y con olor a polímeros. Parece que la es la casa de un gigante y es imposible no pensar en El gigante egoísta de Oscar Wilde, también porque acá todo es blanco como la nieve de la digresión literaria, pero cálido. Al fondo podemos ver, sobre amplios bastidores, figuras: que son manchas: que son formas: que son pigmentos alineados según la pasión del artista.
Luciano
Valentinotti viste ropa de faena, con manchas de pintura que parecen colocadas
a propósito con afán más decorativo que accidental. El color es belleza, aún
desordenado. Luciano, el tuteo a los dos minutos es inevitable, parece el
fundador de un mundo que ya no es el nuestro. No es que sea anacrónico,
simplemente es otro.
Todos somos ruinas.
El Derecho, con mayúsculo hincapié, un una disciplina que mezcla el saber humanista con la implementación de técnicas que intentan adelantarse a los acontecimientos. El Derecho se proyecta al futuro porque es de él.
El Derecho, como tantas otras
disciplinas, tendrá que aceptar su naturaleza doble (o múltiple, según quiera
plantearse) si no quiere seguirse viendo como un conglomerado de restricciones,
no sólo de la conducta sino de la Historia.
[1] El
presente texto forma parte del planteamiento de un Ensayo Literario que,
tomando como base la conversación con el pintor Luciano Valentinotti, pretende
indagar la relación entre el arte y la ciencia, y abordar, con las licencias
del género elegido, la naturaleza del Derecho.
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