domingo, 17 de junio de 2012

Apuntes hacia ningún sitio


De la  comunicación

Las clásicas (por antiguas, básicas, referenciales) teorías de la comunicación nos enseñaron la necesidad  de tres elementos: emisor-mensaje-receptor. Estos, con algunas más características definitorias (lenguaje, canal de transmisión), dominaron (do-minan) todos los análisis al respecto.

Las redes sociales y su hábitat (La Red, mayúscula por totalizadora), permiten una comunicación distinta que, a los amantes de los clasicismos, nos resulta desconcertante.

Atendiendo a una nueva-contemporánea racionalidad comunicante y a la inclusión de sus recientes elementos no nos queda sino replantearnos los presupuestos en torno a la comunicación (y a otras tantas cuestiones).

Por ejemplo. La geometría peparatoriana (nivel máximo de especialización matemática a que accedimos quienes nos inclinamos por las humanidades) nos  aportó elementos con los cuales el espacio era en relación con sus límites. Los límites no sólo ceñían al espacio, lo definían: el espacio es de sus límites hacia acá.  La poca (quizá “esquiva” sea un mejor adjetivo) facilidad para fijar los límites del llamado espacio virtual vienen a complicarlo todo. De ahí la dificultad de tomar prestados conceptos que luego no permiten entender a cabalidad.

La comunicación a través de redes sociales es otra. La comunicación se da entre el emisor y el espacio. Si hay receptores, la comunicación se replica. La unidad básica de la comunicación, repito, se da entre emisor y espacio, porque el espacio virtual es espacio vital.

Por volver a las analogías con el pasado. La comunicación  en la virtualidad  es un grito (que son ruidos, que son palabras apenas inteligibles, que son fonogramas a duras penas comprensibles) de solitarios.

La soledad es un rasgo que la comunicación no rompe en nuestros días.

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