La muerte
como destino
He hablado en torno al miedo[1].
Ahora no puedo hacerlo puesto que Santiago Nasar[2]
no lo tuvo. No lo sintió. El miedo necesita del tiempo. A Nasar, le hizo falta.
El miedo –ojos que no ven, corazón que no siente– se alimenta de verdades
vedadas, apariencias, medias realidades, incógnitas[3].
Tengo la impresión[4] que Nasar fue un chivo expiatorio[5]. Su sociedad, primitiva, requería de un sacrificio para expurgar las culpas del pasado. Quien las cometa no importa tanto como en quién se limpien. Hacerlo, implicaría una cuestión de venganza pública. El chivo expiatorio es por característica, ajeno.
El elegido, en el que se encarnan los miedos de
todos –puntual y multiplicado–, es el distinto (y a ratos distante). Las
sociedades paganas tienen que expulsar lo sagrado. Viceversa.
La ejecución necesita público, por eso, aunque
no se trata de un acto de venganza pública –como he señalado con anterioridad–,
si necesita ser testimoniado y legitimado por la masa. Es un rito por y para el
pueblo. El pueblo como un dios sangriento huele el destino del acusado y se
goza.
La víctima no tiene voluntad. Acepta con total
pasividad el destino. Quizá su único destino es la eliminación de la
posibilidad. Todo está consumado. Y lo que no, se consumará porque no hay
escapatoria.
La ejecución, en su expresión mítica, tiene una
motivación axiológica. A través de ella, incluso en contra, la jerarquización de
los valores se transmuta.
La necesidad anula la libertad; la libertad
supera a la necesidad. El destino, sólo se cumple.
* * * * *
Decidí no abordar de modo directo a la muerte,
aunque el título lo indique, porque toda reflexión, por más vedada que esté, es
entorno a ella.
[1] Del blog de Imaginaria Jurídica: Miedo A sangre
fría http://imaginariajuridica.blogspot.mx/2012/04/apuntes-hacia-ningun-sitio_29.html
[2] Personaje de Crónica
de una muerte anunciada, libro de Gabriel García Márquez.
[3] No hablo de la ignorancia total sino de la errada sapiencia. El error, con sus
fuentes y mediante ellas, obstaculiza,
sombrea la verdad –si es que existe-, manifiesta la confusión, al
incertidumbre, lo in-cierto.
[4] En el real sentido de opinión. doxa.
[5] René Girard, en su
libro homónimo, señala con razón el carácter
violento del rito, su connotación primitiva, su función religiosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario