domingo, 13 de mayo de 2012

Apuntes hacia ningún sitio


La muerte como destino


He hablado en torno al miedo[1]. Ahora no puedo hacerlo puesto que Santiago Nasar[2] no lo tuvo. No lo sintió. El miedo necesita del tiempo. A Nasar, le hizo falta. El miedo –ojos que no ven, corazón que no siente– se alimenta de verdades vedadas, apariencias, medias realidades, incógnitas[3].

Tengo la impresión[4] que Nasar fue un chivo expiatorio[5]. Su sociedad, primitiva, requería de un sacrificio para expurgar las culpas del pasado. Quien las cometa no importa tanto como en quién se limpien. Hacerlo, implicaría una cuestión de venganza pública. El chivo expiatorio es por característica, ajeno.

El elegido, en el que se encarnan los miedos de todos –puntual y multiplicado–, es el distinto (y a ratos distante). Las sociedades paganas tienen que expulsar lo sagrado. Viceversa.

La ejecución necesita público, por eso, aunque no se trata de un acto de venganza pública –como he señalado con anterioridad–, si necesita ser testimoniado y legitimado por la masa. Es un rito por y para el pueblo. El pueblo como un dios sangriento huele el destino del acusado y se goza.

La víctima no tiene voluntad. Acepta con total pasividad el destino. Quizá su único destino es la eliminación de la posibilidad. Todo está consumado. Y lo que no, se consumará porque no hay escapatoria.

La ejecución, en su expresión mítica, tiene una motivación axiológica. A través de ella, incluso en contra, la jerarquización de los valores se transmuta.

La necesidad anula la libertad; la libertad supera a la necesidad. El destino, sólo se cumple.

* * * * *

Decidí no abordar de modo directo a la muerte, aunque el título lo indique, porque toda reflexión, por más vedada que esté, es entorno a ella.


[1] Del blog de Imaginaria Jurídica: Miedo A sangre fría http://imaginariajuridica.blogspot.mx/2012/04/apuntes-hacia-ningun-sitio_29.html
[2] Personaje de Crónica de una muerte anunciada, libro de Gabriel García Márquez.
[3] No hablo de la ignorancia total sino de la errada sapiencia. El error, con sus fuentes y mediante ellas,  obstaculiza, sombrea la verdad –si es que existe-, manifiesta la confusión, al incertidumbre, lo in-cierto.
[4] En el real sentido de opinión. doxa.
[5] René Girard, en su libro homónimo, señala  con razón el carácter violento del rito, su connotación primitiva, su función religiosa.

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