Carla Guelfenbein
Alfaguara
27 páginas
Nadar
desnudas
es una novela sostenida en (sobre) dos 11 de septiembre: el lejano de 1973 y el
recién de 2001. Y no por que dé cuenta, histórica, de las fechas, sino porque
bordea las implicaciones humanas de quienes las vivieron como protagonistas.
“Cada uno es protagonista de la (su)
historia” y “no hay más libertad que la decisión” serían, si el género lo permite,
la dos tesis que sustenta. Sólo que la novela –como toda novela que se precie
de serlo– no sustenta nada. Sólo exhibe a la manera de la descripción, y narra
a la manera de la vida: sin más pretensión que ser ella misma.
Es la historia de dos amigas (Morgana
y Sophíe) y su circunstancia. La historia de la amistad entre dos mujeres
distintas que se encuentran en Santiago de Chile durante los años previos al
golpe militar que pone fin al gobierno de Allende, momento en que también su
amistad se termina.
La circunstancia termina con todo
rastro. Las vuelve lejanas, ejerce en ellas la distancia de la inevitabilidad.
La vida, no la historia, es circular,
volvemos sobre las vivencias como en espiral, las rozamos. Recordar no es
volver a vivir, es tener cerca de nosotros las experiencias, palparlas con la
mente. De ahí: fortaleza y vulnerabilidad.
Esta es la historia de Sophie, la
artista. La mujer que “interviene” la memoria, no para hacerla otra, para volverla
sensación. Y con esta memoria vuelve ya no tras de su amiga, sino de la hija de
su amiga (Antonia) para comprobar que hay olvidos imposibles: el de la sangre,
el del amor.
Y otra vez la libertad, y otra vez el
amor, y otra vez el tiempo, y otra vez la memoria. Y todas sus contradicciones.
Nadar desnudas es una novela donde
se exorcizan los miedos, a la vez que invoca la esperanza de volver y
reconciliarse.
Carla Guelfebein hace de Nadar desnudas no sólo la recreación de
un testimonio sino la construcción de una pregunta que nos lleva de la piel (desnuda)
a las sensaciones de la experiencia del descubrirse.
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