domingo, 16 de diciembre de 2012

De lo que escriben, escribo



Élmer Mendoza
Tusquets Editores
209 páginas

Desde que leí por primera vez a Elmer Mendoza no ha dejado de sorprenderme. Incipientemente se hablaba de su narcoliteratura: su literatura ambientada en los sitios donde el narcotráfico tradicional había desarrollado su poder. Y Elmer lo presentaba sin juicios morales ni compromisos políticos. Narraciones cargadas de vivencia  de personajes reales (no tomados de la vida real, sino con elementos de ella), sin héroes ni antagonistas, sino seres de contradicción, humanos.

Conocí, en sus páginas al Zurdo Mendieta, hombre común casi intrascendente de no ser porque protagoniza las historias. Pero claro, no desde el protagonismo clásico, sino más bien como aquél al que le suceden y en quien se engarzan las acciones. El personaje necesario para darnos cuenta de lo que acontece.

Y en él, su carga de valores: la ética de la circunstancia. Esta, encarnada en un policía. Caso raro en México donde no hay concesiones para el calificativo. Una ética más allá de las abstracciones. Ética indispensable para  la solución de conflictos.

También apareció Gris Toledo, mujer perspicaz, incansable, eficiente. Y la familia Valdés, poderosísima. Y a tantos otros.

Nombre de Perro es la reciente novela de Elmer Mendoza y en las páginas he vuelto a encontrarme con todos ellos. Con esa sociedad culichi, con su lenguaje y su música, sus modas, sus miedos. Con sus pactos y sus traiciones. Con la esperanza del día a día, tan propia de su circunstancia-

Me sorprende ver (lo real es lo más terrible) que la influencia del poder de los grupos de narcotraficantes se extiende y penetra geográficas y élites. De Culiacan a Cuernavaca, de los funcionarios locales a las instituciones de Estado.

Y en medio, los dramas personales: el villano (que no es tal) resulta ser un simple instrumento de los mecanismos del poder) y el protagonista se descubre en medio de su propio destino (des)amoroso.

Nombre de perro es un misterio que no acaba de resolverse. Con un lenguaje vitalísimo y preciso, rico, Elmer Mendoza hace de la técnica narrativa una floritura, una búsqueda estética que contagia e impregna lo realmente real, y lo supera.

Pero sobre todo Nombre de Perro es una novela ingeniosa de un Élmer Mendoza maduro que sabe contarnos una historia, la suya, la que se desprende y da forma a su discurso literario.

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