domingo, 29 de julio de 2012

Apuntes hacia ningún sitio


De la filosofía a la superación personal

El modelo de vida contemporáneo no da para más. Lo fácil, lo ligero, sobre cualquier otra característica se impone. La prisa en el día a día, la premura con que se quiere llegar al futuro, anula la posibilidad de permanecer al menos un instante en reflexión.  Reflexionar es volver. Regresar.
La vida exige velocidad: todo hacia adelante. Lo importante es ir rápidamente aunque no se sepa qué hay más adelante. Alejarse del presente. Evadirse.
Cuál es el papel de la filosofía en la vida. No lo sé. Me queda claro que ahora más que nunca las personan buscan en ella respuestas a sus dramas personales. Qué digo dramas, a las simplezas personales. Se confunde al filósofo con el opinólogo  e, incluso, con el consejero personal. De la filosofía se esperan respuestas, no interrogantes.
Esto se refleja en la industria (sustantivo nunca mejor empleado) editorial. Se trabaja en la elaboración de manuales para la fácil sobrevivencia. Como si la vida fuese una máquina para hacer café o un aparatos para abrir latas de comida se prodigan recomendaciones: gira, aprieta, oprime, coloca dos tornillo, repite hasta el cansancio el modelo.
Muchas de estas cuestiones tienen que ver con la descolocación de la idea de felicidad del centro de la vida. La felicidad ha cedido su paso al éxito. No importa que seas infeliz mientras seas exitoso.
Se buscan en los libros respuestas fáciles. Se vive la dictadura de los consejos bien intencionados. Habiendo manuales que parecen resolverlo todo, para qué indagar en sí mismo. La vida que se pregonaba única, ahora se conforma con ser como la de otros, hacer lo que hacen otros. La vida propia bien podría llamarse la vida según mi vecino.
Los títulos no reseñan: venden. Dios mío, hazme viuda por favor; Quién se ha llevado mi queso; El monje que vendió su ferrarí; El caballero de la armadura oxidada; Un grito desesperado; El libro de los secretos; Pregúntale al padre José. Todos ellos, entre muchos más, títulos que buscan impactar, hacer marketing. Colocar un producto en el mercado. Un producto que está hecho de hojas de papel y relleno (si, relleno, no escrito) con tinta que para algunos podrá tener algún significado. La culpa, pudieran decir los editores, no es del autor sino de quien se vuelve su cliente.
La larga tradición filosófica parece estar a punto de extinguirse, no lo hará (lo espero).  En noches como esta me pregunto, qué puede hacer Platón frente a Osho, qué Heidegger frente Paulo Coelho, qué Santo Tomás de Aquino menos leído frente al Padre José de Jesús Aguilar. La lista se figura interminable.
No hay mucho que decir: ojalá esto no dure mucho.

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