domingo, 22 de julio de 2012

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De la Luz a la Oscuridad a través de María Zambrano

Conozco, de María Zambrano, la meditación en torno a la aurora. Es una reflexión profundamente bella: leguaje verdadero. Es poética. El pensamiento tiene una expresión de belleza. El pensamiento es belleza. Belleza, pensamiento y verdad son, por decirlo con voluntad apologética, esferas comunicantes que armonizan el decir. La expresión bella es verdadera en tanto bella[i].

Y así, de esta mirada de la luz, nace, podría nacer, ha nacido una y otra vez un pensamiento sin memoria. Un pensamiento liberado del esfuerzo de la pasión de tener que engendrar memoria y, en su virtud, liberado también de toda representación y de todo representar.[ii]

Zambrano es luz. Su pensamiento es luminoso. Más aún: es iridiscente. La herida, a la manera de los místicos, supura luz. Luz cálida, luz que es movimiento. Luz que rompe, no sólo la oscuridad sino la carne. Sin herejía: transustanciación lumínica. El verbo se  hace luz. Y habita aún más allá de nosotros.

Con María Zambrano el pensamiento español alcanza su mayor intensidad luminosa. Deslumbra y alumbra Hispanoamérica. España, la del pensamiento, es la que sus ciudadanos exiliados (transterrados) vierten. ¿Es esta la verdadera, la más potente colonización, la del pensamiento? No lo creo así. En estos tiempos, los de Zambrano, hay un verdadero diálogo: las culturas dialogan porque sus representantes fidedignos son hombres de razón que están dispuestos a confrontarse con el mundo.

La palabra de Zambrano nunca fue de oscuridad. Por qué. Porque no conocía más compromiso que el de la libertad. La libertad que es olvido de sí mismo. Libertad total, desarraigo de las formas. En “Poesía y filosofía”, por citar un texto, nos enseña la indisolubilidad de los géneros. Además de la contundencia de la argumentación, la elegante prosa construye el arrobo del que lee. Leer para encontrar belleza, conmover para saberse razonable.

Pienso en María Zambrano ahora que pienso en las “Las cenizas de la luz[iii]”. Porque los títulos muchas veces son más de lo que dicen. Cenizas de la luz, no es sólo una imagen conmovedora de las marcas, restos de la luz. Lo intangible se vuele material, testimonio de una existencia más allá de la idea. La luz, si una marca puede dejar, es la ceniza: pureza aun viniendo de los deshechos.

La ceniza no está cercana a la oscuridad. La ceniza es luminosa aunque los industriales piensen lo contrario. La ceniza es también señal de transformación: radical transformación, absoluta, irreversible.

Tan bella como la luz, la oscuridad. Y tan terroríficas ambas. Entrar a la oscuridad tiene su sabiduría. Sófocles lo supo al proponer la privación de la luz como solución[iv] al conflicto moral de Edipo. La oscuridad es respuesta al exceso de luz. La luz que ciega, la luz que es ciega. La oscuridad no como castigo, como elección. Ir a la oscuridad es liberarse de la luz totalizadora.

Quisiera hablar en torno a la oscuridad[v]. No es posible. Al menos, no es posible hacerlo a favor de ella. Es necesario superar los más de dos mil años de cultura greco-cristiana. Es necesario olvidar los testimonios contra ella. Remontar. Es necesario. No siempre se puede.

[i] Léase a Platón.  Y piénsese en María Zambrano.
[ii] De la aurora. María Zambrano
[iii] Las cenizas de la Luz es una película del director iraní Majid Majidi, que es abordada en el episodio número 40 de Imaginaria Jurídica.
[iv] La ceguera voluntaria de Edipo no es sólo un medio de solución, es la solución (en el sentido de respuesta) al problema moral.
[v] Para hablar de la oscuridad no basta con hacer mención de la literatura pseudotenebrosa poblada de vampiros, hombres lobos y demás caricaturizaciones de las grandes mitologías.

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