Todo
escrito es una batalla[1]
Estamos condenados a la
infelicidad. Claro, si entendemos a la infelicidad como sinónimo de
incompletud. La vida es movimiento, estado de perpetua transición. En ella nada
se logra, todo es camino.
La felicidad no se alcanza, a ella se aspira. Del
nacimiento a la muerte, su búsqueda da sentido a la existencia. Si se alcanza
ya no es.
Sólo se es feliz en sueños.
Solamente ahí, todo sucede en un instante[2].
La infelicidad, contraria a la felicidad, requiere tiempo. Somos seres del
tiempo, seres en el tiempo.
La experiencia está llena de
desventuras, huellas de que vivimos. La felicidad es un estado beatífico, característico
de un estar-fuera-del-mundo. El infeliz es del mundo.
Hay también algo que podríamos
llamar felicidades aparentes. El mundo es, en gran medida, apariencia. Por tanto, hay
felicidades del mundo. Efectivas, aunque no verdaderas.
Alcanzar la felicidad, es en
todo caso, el fundamento de la esperanza. La esperanza es una sensación del
mundo, lícita para los infelices.
* * * * *
Escribir es una batalla donde lo importante no es ganar, sino defender con valentía aquello que nos parece importante. Que ganen los infelices; el que escribe lo hace mirando la historia.
[1]En
el episodio 30 de Imaginaria Jurídica, abordamos la película “Batalla en el
cielo” del director Carlos Reygadas. Esta reflexión no intenta explicar, sólo
reflexionar sobre lo que considero la motivación principal de la acción.
[2]
Pienso en Jorge Luis Borges que en sus colección de conferencias “Siete noches”
editado por el Fondo de Cultura Económinca dedica una de ellas, La pesadilla,
dice “Todo esto el soñador lo ve de un solo vistazo, de igual modo que
Dios,desde su vasta eternidad, ve todo el proceso cósmico”.
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